Si estamos conscientes de que la creatividad siempre forma parte de nuestras vidas ¿cuándo interviene la intuición? ¿qué desarrolla a la otra?

El cuerpo empieza a hablar cuando se avecinan los indicios intuitivos, múltiples figuras y sensaciones surgen de aquel estallido casi sin sentido para algunos y para otros, la firme convicción de lo venidero. Es entonces cuando se debate la cognición en teorías filosóficas: Aristóteles y Plutarco salen a relucir entrelazados con Da Vinci y Dalí para responder a la interrogante ¿qué fue primero, la creatividad o la intuición?

La creatividad nace y crece con nosotros, desde niños la poseemos y a medida que crecemos la desarrollamos, sin embargo, para muchos este proceso podría rememorar la famosa película de Benjamín Button, el proceso de desarrollo es a la inversa: la creatividad con la que nacemos se desvanece a medida que entramos en contacto con los diferentes factores y elementos que forman parte de la cotidianidad.

Quizá, dar con esta respuesta de forma apresurada resulta complejo, sobre todo si estamos conscientes de que a la hora de crear están involucrados múltiples factores, como son la experiencia, la intención, motivación, inclusive lo que creemos de ella puede ser el resultado de un proceso intuitivo. Ahora bien, en dicho proceso ¿la creatividad queda en segundo plano? ¿Esa musa creadora existe o es mera intuición? Posiblemente ambas ocurren simultáneamente y el dilema es meramente conceptual, esa racionalización de todo que coacciona la creatividad y la intuición.

La intuición se estimula, se cultiva, se nutre de lo que vivenciamos constantemente, cada experiencia conforma y consolida ese conocimiento inconsciente, la intuición es la respuesta espontánea a datos no racionalizados. En este sentido, es notorio que la intuición viene ligada a la experiencia y crece proporcionalmente.

Si la intuición se basa en el almacenamiento de estímulos, a medida que tenemos más contacto con el entorno, esta se desarrollará. Por el contrario, la creatividad se ve limitada por los factores externos, muchas veces las cosas que vemos, olemos y sentimos modifican el pensamiento, lo que conocemos como barreras o bloqueos indudablemente que limitan la creatividad. Ambos son procesos que parecieran estar en contraposición, sin embargo, se complementan. Si se trabajan o estimulan de forma consciente se logra el mejor de los resultados: a mayor creatividad más poder intuitivo, a mayor intuición mejor la toma de decisiones en torno a la creatividad.

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